Análisis Assassin's Creed III: Liberation

No anda Playstation Vita muy sobrada de grandes títulos, de sagas de renombre cuya adaptación portátil cumpla el sueño de muchos (posibles) compradores de guardar en el bolsillo juegos que hasta ahora solo podían disfrutar en sus potentes sobremesas. 

Ubisoft, una de las compañías más en forma de los últimos años llegó al rescate anunciando que su saga estrella, Assassin's Creed, no solo tendría su esperada versión para Vita, además nos ponía los dientes largos asegurando que la experiencia sería casi calcada a la de sus hermanas mayores.

Ante semejante reto se ha enfrentado el estudio búlgaro de Ubisoft Sofia en colaboración con el laureado centro de Montreal, con la doble responsabilidad de demostrar lo que puede dar de sí la portátil de Sony y dejar alto el listón de una saga más que establecida cuyas cotas de calidad están fuera de toda duda.

Embarquémonos con Aveline en una nueva aventura por la libertad y contra la tiranía. ¿Será este juego un castigo o la titulada liberación?

De paseo por Nueva Orleans

La historia nos lleva a los Estados Unidos en una época convulsa, la revolución americana está en marcha y la guerra se destila en verdes prados teñidos de sangre, en fríos bosques deshabitados y en las calles de ciudades horrorizadas donde cada uno sobrevive como puede. La vida no es fácil si no cuentas con herramientas con las que defenderte. Nuestra heroína por suerte no irá manca.

Aveline Granpré, la primera protagonista femenina de la saga es una belleza de ascendencia franco africana, una dama de clase alta que oculta una letal asesina dispuesta a dar su vida por la libertad de los suyos. El guión gira en torno a la lucha por la liberación de los esclavos, lo que da cuerpo al argumento principal y excusas para la mayoría de misiones secundarias.

La enciclopedia nos dará información histórica de personas y lugares de interés

Nueva Orleans será nuestro centro de operaciones, una ciudad fielmente representada donde se celebran fiestas de alta sociedad y a pocos metros la pobreza se abre paso, una ciudad portuaria en la que se comercia con algodón, metales y personas, donde la corrupción y los intereses van faltos de escrúpulos.