Análisis Ni no Kuni: La Ira de la Bruja Blanca

No sólo de batallas vive el mago

El sistema de combate y adiestramiento de únimos ocupará sin duda buena parte de las aventuras de Oliver en su camino por enfrentarse a Shadar y traer a su madre de vuelta, pero no es menos cierto que un mundo por explorar da para muchas otras cosas.

En este sentido, 'Ni no Kuni' se alza como el máximo exponente de una fórmula conocida y que funciona sobradamente, pero que renuncia a sorprender con elementos propios que se alejen de lo estandarizado. Estamos ante la clásica aventura del joven huérfano o repudiado que se embarca en un viaje en un mundo extenso, comenzando habitualmente en una zona boscosa o un pueblecito; un joven al que se le unen compañeros para visitar ciudades y mazmorras, acabando por conseguir un barco o un transporte aéreo para ir más lejos; un joven que se fortalece, consigue un arma legendaria y termina por enfrentarse al malo malísimo.

Todos los ingredientes típicos del "gran libro de los JRPGs" se hallan presentes aquí, desde las toneladas de combates y los PNJs con interminables charlas hasta el típico casino (¡regentado por esqueletos!) o el coliseo de batalla que ya es de rigor. Y no, no es que eso esté mal ni mucho menos, puesto que si lleva funcionando más 20 años debe ser por algo y el título que nos ocupa es indudablemente entretenido... Pero aquellos que se acerquen a 'Ni no Kuni' buscando ideas frescas no las encontrarán.

De este modo, nuestro periplo nos llevará por lugares recónditos a través de varios continentes, visitando parajes de enorme belleza y conociendo a numerosos personajes dispuestos a brindar su ayuda a Oliver para convertirle en el mayor de los hechiceros. Toda una odisea en la que terminaremos adentrándonos en recónditas mazmorras, ruinas o incluso páramos fantasmales, en los que llenar nuestro zurrón a base de saquear cofres y afrontar nuevos peligros en forma de jefes finales de tamaño descomunal.

Es en este tipo de escenarios donde reside la que, junto a los problemas del sistema de batalla, salta a la vista como la principal debilidad de la nueva obra de Level-5: la alarmante ausencia de puzles y desafíos. No es que uno tenga que esperar que Oliver se convierta en el nuevo Profesor Layton, pero si algo suele hacer grandes las mazmorras de un buen RPG es la variedad de situaciones y retos que afrontar en su interior en contraposición al simple grueso de batallas del mapamundi. Es por ello que las ruinas y cuevas de 'Ni no Kuni' terminan decepcionando en gran medida, puesto que entre todas ellas apenas encontraremos un par de sencillos rompecabezas que además serán solucionados por el "bocachancla" de Drippy antes de que podamos pensar mínimamente. Todo lo demás son pasillos, puertas y monstruos por doquier.

La falta de ambición en este sentido se ve agravada además por la sensación de desaprovechamiento de las grandes posibilidades que ofrece la interminable lista de hechizos que Oliver será capaz de aprender durante su viaje. Desde conjuros de levitación e invisibilidad hasta simulación de muerte o animación de estatuas, pasando por diversas magias elementales, todas ellas se ven abocadas a un uso testimonial en algún que otro diálogo para poder seguir avanzando. Una decisión del todo incomprensible, cuando podrían haber dado lugar a decenas de puzles ingeniosos que rompieran con la monotonía que termina instaurándose con el paso de las horas.