Análisis Metal Gear Solid 2: Sons of Liberty

A ello ayudarán tanto el típico radar de la parte superior de la pantalla como, por descontado, las clásicas cajas de cartón marca de la casa, con las que podremos pasar totalmente desapercibidos siempre y cuando no nos vean movernos con ella o se nos ocurra plantarnos en medio del paso de un centinela. Al fin y al cabo, por muy bobalicones que sean, terminan encontrando extraño que aparezca de la nada una caja del tamaño de una lavadora en el lugar por el que acaban de pasar docenas de veces.

¿Significa eso que el uso de la fuerza queda totalmente descartado? En absoluto. Cabe tener presente que el uso la cabeza debe primar siempre sobre el hecho de usar el gatillo, pero cuando no haya más remedio será hora de calentar los músculos.

La cantidad de recursos a nuestra disposición para sortear por la fuerza los numerosos enemigos que se interponen en nuestro camino es esta vez considerablemente mayor, siendo la opción más clásica y quizá práctica la de echar mano de la fiel pistola de dardos tranquilizantes. Pero claro, somos nada más y nada menos que Snake y su teórico sucesor, de modo que toca lucirse un poco y sacar a relucir nuevos trucos.

Uno de los más útiles será el de acercarnos sigilosamente a la espalda de cualquier soldado y pillarlos por sorpresa. Una vez encañonados, se mostrarán mucho más predispuestos a cooperar que en concidiciones normales, pudiendo incluso concedernos algunos objetos o sus propias chapas de identificación (un curioso coleccionable con los nombres de todo el staff de Konami) si apuntamos directamente a su cabeza o bien a sus "partes nobles", las cuales tienen bastante empeño en conservar intactas. 

Si, en cambio, amenazarlos de tal forma se antoja demasiado cruel y humillante, siempre existe la sutil opción de acercarnos igualmente y agarrarlos directamente por el cuello, silenciando de paso sus gritos de alarma. Una vez presa de nuestro abrazo será posible arrastrarlos hacia un lugar más recóndito o directamente hacer crujir suavemente sus cuellos para neutralizar totalmente la amenaza. A todo ello hay que sumar la posibilidad de liarse directamente a golpes hasta dejar inconsciente al soldado de turno, pero independientemente de la opción elegida, la discreción sigue siendo primordial. La detección de ruidos extraños, gritos de alarma, rastros de sangre o, por descontado, compañeros fuera de combate, desencadenará una respuesta masiva que culmina con la llegada de un escuadrón capaz de abatirnos en pocos segundos.

Llegados a este caso es donde sale a relucir el que sea quizá uno de los mayores puntos flacos del título. Las dependencias del Big Shell no destacan precisamente por su amplitud o sus grandes dimensiones, por lo que hallar refugio una vez disparadas las alarmas es una tarea prácticamente imposible y, por lo tanto, ser descubierto equivale a una muerte más o menos segura. Esto, aunque resta algo de interés a la búsqueda de posibles escondrijos puesto que no sirven realmente de mucho una vez se es avistado, tampoco tendría por qué ser malo al promover en teoría el sigilo en su máximo exponente. ¿O quizá no?

Pues la verdad es que no del todo. Por alguna razón inxplicable los soldados enemigos dejarán de perseguir a Snake y Raiden en el caso que éstos pasen de una zona del complejo a otra, por lo que en caso de cometer un descuido y disparar las alarmas termina siendo recurrente salir corriendo hacia la puerta más cercana, donde además aguarda el siguiente checkpoint. ¿Fallo de programación o recurso fácil intencionado? No hay forma de saberlo, pero en cuaquier caso no parece algo demasiado acertado.