Análisis Dragon Age: Origins

Historia

Elfos, enanos, magos, guerreros... Son muchas las historias que esbozan un mundo mitológico habitado por varias razas y criaturas mágicas que luchan por sobrevivir a alguna leyenda oscura que baticina el triunfo de las tinieblas gracias a un ejercito de criaturas malvadas. El señor de los anillos, Dungeons & Dragons, World of Warcraft o Diablo, son algunas muestras de franquicias bien consolidadas en el entretenimiento digital. Es lógico que BioWare no quisiera conformarse con su aportación de Baldur's Gate y aplicara todo lo que había aprendido hasta ahora en realizar un título de fantasía medieval con todas las de la ley.

Si mi vida dependiera de escoger sufrir en mis carnes la caida de un elefante o la de una copia impresa del guión de Dragon Age:Origins, sinceramente no sabría que responder. La magnitud de los acontecimientos y la densidad de los diálogos requiere un guión enorme que contempla la historia de nuestro protagonista, desde varios orígenes y razas diferentes, y la decisión que pueda tomar este ante determinados acontecimientos o la relación que puede llegar a tener con los no precisamente pocos personajes que habitan en Ferelden, el marco mitólogico de Dragon Age.

Estamos pués ante una historia laxa pero con una columna vertebral sólida: la batalla contra los engendros tenebrosos y la intención de acabar con la vida del Archidemonio, criatura infernal que los comanda. La elección de la raza y origen de nuestro protagonista nos brindará diferentes puntos de vista pero, progresivamente, siempre acabaremos envueltos en la misma cruzada, convertidos en un miembro de los guardas grises e iniciando el viaje para reunir a todas las razas en la lucha contra el Archidemonio.