Soñadores

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Altos, bajos, gordos, flacos, guapos, feos, optimistas, pesimistas, solitarios, daba igual, la edad daba igual, el idioma, la procedencia, la cultura e incluso las creencias, por e

05/06/2011 22:00
Contemplé ensimismado mi reflejo, lejano, frágil, distante en el espejo del enorme camerino que se me había cedido para esa tarde. A mi alrededor, paredes de vistosos colores luchaban por respirar, empapeladas con fotos de artículos o noticias que hacían mención a un pasado reciente, grabado a fuego en las retinas de miles de personas que lo habían vivido, de una forma u otra, que habían sido testigos de los numerosos momentos en los que se había escrito parte de la historia.

ELDJ + BY [1]

Altos, bajos, gordos, flacos, guapos, feos, optimistas, pesimistas, solitarios, daba igual, la edad daba igual, el idioma, la procedencia, la cultura e incluso las creencias de todas esas personas, por encima de todo destacaba una característica en común, la más importante: todos eran, habían sido o deseaban seguir siendo...

...Soñadores.

Gente que deseaba amar, a princesas, personajes, historias o reinos que embriagaran, que desprendieran carisma, miedo o diversión. Gente que ansiaba viajar a páramos desiertos, ciudades en guerra,  lugares helados, derretidos e incluso a recónditos bosques. Esperaban conocer gente, nuevas culturas, normas o especies. Vivir experiencias en un lugar donde los límites los establecieran ellos, dónde poder reír, llorar o gritar...

El reloj del camerino me sacó brevemente de mis pensamientos, la inexorable manilla había llegado a lo más alto, dando paso a un estridente sonido que me sobrecogió.

La hora estaba cerca.

Agaché la mirada para contemplar la prensa que se disponía por orden alfabético en la mesa. Curiosamente me sorprendió ver que muchas de las revistas hablaban de videojuegos, también que casi todas lo hicieran para meterse con la que había pasado a ser una de las formas de ocio más populares, supongo que uno no se aconstumbraba por mucho que pasara el tiempo a vivir mirado por encima del hombro al hablar de sus gustos o de su profesión. O al menos así había creído que era. A pesar de que no debería haber hecho caso ni a los insultos ni a los cuestionables resultados de los cientos de estudios que parecían indicar lo negativo que era jugar a videojuegos, lo hice, anclando una terrible losa más en mi alma. Ni siquiera la falta de información o la muestra de desconocimiento me hacían sentir mejor.

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