Especial
La carrera de Peter Molyneux fue meteórica en sus inicios. Con el único traspiés de The Enterpreneur, aquél primer juego junto a Les Edgar del que sólo se vendieron dos copias (una de la madre de Molyneux), toda su carrera fue como la seda y los éxitos se concatenaron unos tras otros en la etapa de Bullfrog. Pero incluso en esos inicios se podía entrever la facilidad con la que Molyneux se hundía tras los fracasos. Y si hurgamos aún más, se podía entrever que el bueno de Peter quizás no era la mente brillante que todos imaginábamos.
Tras The Enterpreneur, Molyneux decidió abandonar el mundo del videojuego, hasta que una feliz casualidad (explicada en este artículo) le llevó a recaudar dinero suficiente para abrir las puertas de Bullfrog. Les Edgar pasó de compañero a escudero y junto a cinco desarrolladores más comenzaron a crear joyas como churros. Populous, Syndicate, Dungeon Keeper, Theme Hospital o Magic Carpet son títulos grabados a fuego en las mentes de los jugadores. Pero a pesar de los éxitos, tras la compra de la compañía por parte de Electronic Arts Molyneux dejó la compañía. Les Edgar tomó los mandos del navío a la deriva, que finalmente se hundió. Adiós a Bullfrog.
Tras estos hechos, Peter Molyneux fundó Lionhead Studios. Espera... ¿Molyneux al frente de una desarrolladora propia y con total libertad creativa? Nada podía salir mal... ¿o sí? Lo cierto es que durante su aventura en Lionhead, muchos coincidiremos en que su mayor logro ha sido conseguir un contrato multimillonario con Microsoft y un puesto en dicha compañía. Se ha enriquecido económicamente de una forma brutal, aunque su prestigio haya bajado enteros en la industria.
Y no es porque haya hecho malos juegos. Black & White fue una maravilla, el primer Fable estuvo bien y The Movies fue una arriesgada apuesta que acabó en fiasco. El problema es que, sencillamente, las únicas características que distinguen a sus juegos del resto eran los retrasos y la excesiva cantidad de humo que Molyneux lanzaba a la prensa sobre ellos. Su ego (y su monedero) creció de manera inversamente proporcional a la magia y la calidad de sus juegos. Quiso ser igual o mejor que en Bullfrog, y le ha costado 15 años reconocer el fracaso. Y una figura de tal prestigio no puede vivir siempre de rendas.
Ahora se va con el rabo entre las piernas, pero en un gesto que le honra. Abandona su compañía y su puesto en Microsoft, cuando podría haber permanecido en la compañía y haberse enriquecido con su condición. Tiene ante sí la posibilidad de redimirse, de reinventarse, de hacer tabula rasa y demostrar desde el principio si de verdad tiene ese talento innato que le presuponíamos. Toca volver a ponerse el mono de trabajo, y la desarrolladora 22 Cans puede ser el purgatorio de Molyneux, o su caída final en el negro pozo del olvido.
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