Pre-Análisis Ni no Kuni: La Ira de la Bruja Blanca

Según la sabiduría popular, lo bueno siempre se hace esperar. Una máxima que, a falta de probar su versión definitiva, todavía no podemos aplicar de forma inamovible a 'Ni no Kuni: La Ira de la Bruja Blanca', pero que sin embargo lleva todas las papeletas de volver a cumplirse. No en vano, el que ya se presume como el segundo gran lanzamiento de un año cargado de grandes nombres es el fruto del esfuerzo conjunto de una de las desarrolladoras niponas más en forma de los últimos años y el más afamado estudio de animación japonesa de la historia. Con semejantes titanes a su cargo, ¿cómo dudar de la calidad del producto final?

Un nuevo mundo de fantasía

'Ni no Kuni', título que podría traducirse literalmente como "el segundo reino", narra la tierna y emotiva historia de Oliver, quien movido por el amor y la esperanza se embarcará en una aventura de ensueño en un mundo de magia y leyendas.

A sus trece años de edad, Oliver es un jovencito que vive una vida tranquila junto a su madre en la pacífica ciudad de Motorville, cuya estética y ambientación recuerda enormemente a la de las ciudades estadounidenses de la década de 1950. Sin embargo, su afable existencia se verá truncada por un desgraciado accidente en el que su madre perderá la vida, dejándole como único recuerdo un simpático muñeco frente al que será incapaz de contener las lágrimas. Unas lágrimas cargadas de tristeza que terminarán por convertirse en el inicio de una nueva esperanza, pues gracias a ellas su inanimado compañero despertará ante sus ojos revelándose como un hada llamada Drippy. Un nuevo amigo capaz de trasladar a Oliver a otro mundo a través de las páginas de un libro mágico. Un lugar en el que todo es posible y en el que, incluso, podría volver a ver a su madre; el fabuloso mundo de Ni no Kuni.

Así, con un trágico inicio y un propósito tan noble como enternecedor, da comienzo la epopeya de Oliver en un mundo desconocido y de enorme belleza, en el que el arte y saber hacer de Studio Ghibli -artífices de creaciones de la talla de 'El viaje de Chihiro', 'La princesa Mononoke' o 'Mi vecino Totoro' entre muchas otras-, es una constante que queda patente a cada nuevo paso. El resultado es una obra en la que animación y videojuego se funden en un único concepto de una forma nunca antes vista, en la que el nivel de detalle y mimo en los apartados artísticos y visuales dan lugar a un conjunto cargado de fuerza, color y una personalidad tan única como disfrutable.