¿Por qué algunos juegos tienen la virtud de seguir enganchándonos por mucho que pasen los años? Reflexionamos sobre las claves de estos "fenómenos" jugables
‘Diablo 3’ es uno de esos juegos que poco o nada se parecen a lo que tenemos a día de hoy con respecto al título que fue en su publicación. Con un lanzamiento que estuvo plagado de críticas hacia su pobre rendimiento, una casa de subastas que rompía el esquema original de la franquicia y un looteo – la base de la saga – que directamente pasaba a casi no existir; fue con la expansión ‘Reaper of Souls’ cuando el dungeon crawler se redimía por completo de sus errores iniciales.
Varios años después del lanzamiento original, así como del primer gran contenido, ‘Diablo 3’ sigue siendo hoy por hoy un título que arrastra una legión de fans. Un juego que, en opinión de un servidor, se convierte en la primera instalación en lo que a juegos se refiere tras el correspondiente formateo anual de turno al PC. ¿El motivo? Bien sencillo: es posiblemente una de esas fórmulas a las que recurrir se tenga el tiempo que se tenga, ya sean varias horas libres, o 30 minutos, ‘Diablo 3’ sabrá darte en el poco tiempo que le dediques lo que justamente le puedes pedir a un videojuego; un poco de desafío, recompensas y la sensación de progresión.
Las más recientes actualizaciones han elevado aún más esa esencia de reto y premio para la obra de Blizzard. Y es que además de convertirse en un juego al que dedicarle unos minutos al día, su fórmula mantiene las bases que lo convierten en algo puramente adictivo: sencillo de jugar, difícil de dominar. Con el recién estrenado parche 2.4.0 Blizzard sigue apostando por los usuarios que disfrutan de su título lanzando de forma paulatina nuevo contenido, equipo y Temporadas.
Vale, sí, puede que ‘Diablo 3’ no sea el juego más complejo del mundo en lo que a mecánicas se refiere, o no ofrezca la mejor historia del universo Blizzard; pero el concepto del título va más allá de eso, centrado en lo jugable, es ahí donde nos sigue atrapando mes a mes, año tras año.
‘Diablo 3’ me engancha sin remedio aún en pleno 2016, y rara es la vez que no le dedico varias horas a la semana debido a su adictiva mecánica basada en arrasar con todo lo que encuentro en el mapa. ¿Simple? Sí, ¿satisfactorio? No sabéis cuánto. El quid de la cuestión reside en el enfermizo despilfarro de objetos que hace el juego, siempre querremos más, más y más objetos legendarios. Ir en su búsqueda para poder fardar de nuestro personaje, pero también por supuesto tener el mejor equipo y con el que adentrarnos en mazmorras aún más complicadas.
Limpiar estancias plagadas de enemigos es la base del título, correcto; pero como al aficionado que le gusta jugar al fútbol esto lo puede hacer de otras maneras: lanzar unos tiros contra portería con unos amigos, disputar partidos los fines de semanas en una pequeña liga, practicar todo tipo de malabares en su propia casa… en definitiva todo gira en torno al fútbol y su base, el balón. A ‘Diablo 3’ le ocurre algo parecido. Eliminar hordas, centenares de hordas de enemigos, es el eje central, pero que podemos abordar de diferentes maneras para no cansarnos.
El modo Temporada y conseguir el mejor tiempo en las llamadas Fallas con otros jugadores, subir infinidad de niveles de Paragón, desafiar las mazmorras de nivel más alto, adentrarnos en estancias pensadas para sets completos, escoger otras clases con las que probar un nuevo estilo de juego…