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Fumito Ueda

Su próximo trabajo lo seguiremos de cerca, porque es garantía de calidad y sobretodo, porque demuestran que el arte también esta presente.

Hay muchos productos artísticos y de ocio que tratan de abordar sus historias con sentimentalismo, ya sea en libros, películas o, en menor medida, en videojuegos. Pero es labor de maestros muy dotados conseguir manipular los sentimientos del receptor de la obra, ya que el pasteleo y los tópicos son utilizados con demasiada frecuencia para este fin.

Se trata de escarbar en la humanidad y encontrar sus miedos, sus sentimientos más susceptibles a ser manipulados, utilizados con el único fin de ponernos los pelos de punta, de atarnos un cordel en la garganta y de hacernos restregar los ojos para evitar que nos caigan las lágrimas para, finalmente, y con un hilo de voz, afirmar: "Ostia, que bonito, ¿no?". Eso es un buen producto sentimental, y pocos los saben crear. Lo hemos visto con el maestro Kojima en el ocio electrónico, pero no es el único. Un joven creativo ha apostado de pleno por esta vertiente expresiva, y hasta el momento pocos han logrado igualarlo en ese campo. Hablamos del señor ICO, de Fumito Ueda.

Ueda nació en Tatsuno, al sur de la isla y no muy lejos de Kyoto, en 1970. Él mismo se describe en su niñez como un chaval al que le gustaba observar a su entorno, a los animales y a la naturaleza. Su obsesión era plasmar esos movimientos de todo lo que le envolvía, conocer que motorizaba cada aspaviento de la vida. Es por ello, quizás, que su asignatura favorita en sus años escolares era "arte", donde podía expresar todas esas inquietudes impropias de su edad. Esa sensibilidad innata por el arte siempre ha seguido a Ueda a todos los sitios, y de no haber llegado a la industria del videojuego, según sus palabras, se habría dedicado a cualquier otra forma de expresión artística. A pesar de lo que pudiera parecer, no contaba con los videojuegos como salida laboral en un inicio, así que inició su carrera en la Universidad de Osaka de las Artes, de donde salió graduado en 1993, con 23 añitos.

El joven Ueda salió dispuesto a comerse el mundo con su arte. Probó todo tipo de fórmulas expresivas pero no lograba dar con la tecla. Su arte era bueno, pero también tenía que comer y ya se sabe que el artista lo es más por la pasión que por el oficio. Fue entonces cuando, por suerte para los jugones, decidió adentrarse en el complejo mundo de los videojuegos. Fue en 1995, cuando ingresó en las filas de la desarrolladora WARP, la pequeña empresa creada por el compositor Keiji Eno. La empresa tenía cierto éxito, sobretodo en Japón, pero actualmente ya no se dedica al negocio aunque si sigue existiendo bajo el nombre de Superwarp. Allí, Ueda vio cumplido su sueño de poder mover a la naturaleza como soñaba de pequeño, ya que entró cumpliendo las funciones de animador. Su primer y único proyecto fue Enemy Zero, una aventura de horror con mucha importancia del guión y del realismo de los personajes.

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